Una reseña de Corredores de Ideas para Cantarrana

Entre el paisaje del polígono industrial placentino y la plaza de Valdencín, la geografía caprichosa ha trazado y dibujado una isla imaginaria.

Una isla habitada por quimeras, fantasías y anhelos. Y acantilados.

En uno de los bordes de esta Isla Imaginaria, y tras la puerta, se esconde un portal a la imaginación, a la utopía, en fin.
Un portal donde conviven los cuentos de Jaimito con los vivos colores de la jaima bereber llegada de Casablanca.

Y aunque aparentemente está algo destartalada y repleta de cables por el suelo, La Jaimita, tras ese portal, vigilados por tres peluches a modo de berracos en los castros vetones, es un dulce ecosistema de canciones, versos y noches de magia, en el que probaban sonido Fônal. Inma, Alfonso y Coque, la nueva adquisición fonalina.

En lo alto iba asomando la luna. Era la Luna Llena de Gusano. La que marca el final del invierno. La que habla del regreso de los gusanos en la tierra que comienza a descongelarse.

Y eso que hacía frío en la calle. Bastante.

Llegó Vicky con Antonio Muñoz Molina y algunos amigos. Y llegaron jóvenes como de estudiantes o profesores o vete tú a saber, de Erasmus, o vete tú también a saber. Y fue, sin duda, el concierto más internacional que los Fônal ofrecieron en su vida.

Y llegó Marco, Jabalí Jerío. Y aprovechamos para hablar de su disco, claro. Porque de otros libros, ya hablaremos.

Y llegó,  Lo que tú me das. El quinto disco de Fônal. Más profundo, más oscuro, con cierto deje rokero. Algo crudo. Ecléctico. Dice Ima, Me defraudaste. Y responden los ecos del bajo de Alfonso y el guitarreo distorsionado de Coque.

Y bailaron los jóvenes como de estudiantes o profesores o vete tú a saber, de Erasmus, o vete tú también a saber, que se encuentran por Plasencia estos días. Y es que los fonalinos son como de la familia, o vete tú a saber. Una de nuestras delicadezas.



Hablando de delicadezas.

Había que ir a Valdencín. La luna estaba crecida, que decía el viejo romance.

A la capital del reino de la utopía. Allí andaba Pedro, al que llaman Wichard. Otra entrañable manía cantarranera. Ya hemos hecho algunos kilómetros para irle a ver actuar en los varios formatos con los que se luce. Y es que es La Voz.

Y nos da igual que vaya con barba poblada a lo Grizzly Adams, o con suave barbilla a lo padre amoroso. Pedro Wichard se ha enrolado recientemente en Whatever, o lo que sea. Y le da al bajo y a la voz, claro.

Acaban de grabar un gran disco de la mano de Borja Duque. Cumbia, Guateke, Forever. Y contiene algunos temas deslumbrantes arropados con brillantes juegos vocales. Y tenía dos razones para irlos a ver a Valdencín. Ver siempre en el escenario a P. W. es trasunto placentero para los oídos, y escuchar lo nuevo de Whatever provocaba cierta duda.

¿Habrán podido defender en directo esos momentos cantarines con sus juegos corales?

Pues sí. Fue un gran concierto. En un gran escenario. Y los Jare, César y cía parecían estar muy a gusto.

Y tuvieron el hermoso detalle de regalarme su disco, con su cajita de cartón a modo pack premium, a modo de pequeña caja de caudales. 




El Espacio Utopía es, junto al Off Cultura de Badajoz, la mejor sala de conciertos que tenemos en Extremadura.

Y está en una pequeña pedanía de donde Torrejoncillo.

En la otra punta de la Isla Imaginaria que recorre La Jaimita y llega hasta el Alagón, al antiguo cine de Valdencín.

Y por estas cosas de la vida, Samu, el alma de la sala, ha llamado al lugar el Espacio Utopía.



Y luego llegaron La Telaraña. Punk desde el Valle del Jerte. Muy de La Abadía.

Javi, a la batería y coros. Richard, Batallón Obrero y Yervagüena, a la guitarra y voces. Jorge, guitarra y voces y Rober, bajo y voz principal. Todo esto después de haberse repartido los instrumentos, según ellos mismos cuentan.

Llevan poco tiempo como banda. Pero suenan muy bien. Vamos, que te atrapan. Un gran concierto en toda regla. Autogestión, espíritu maquetero, auxilio mutuo. Los tuvimos hace pocos días en la radio. Y son para seguirlos. Esperamos que vayan creando nuevos temas, porque son necesarios.

Y mientras uno iba abandonando la sala, junto a Juan, iba recordando la infancia pasada en otro cine, en el que se crió. En otro pueblo de colonos. Ese cine tampoco existe ya. Ahora es un estudio museo repleto de morrillos. En el que se hace música en pleno gabinete de curiosidades.

Y nos despedimos de la Isla Imaginaria, la que se extiende entre el polígono industrial de Plasencia y la plaza de Valdencín.

Habrá que volver a Valdencín. Cuando la luna ande crecida, que decía el viejo romance.



 
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Oeste. 20 de marzo de 2025.