Un reportaje de Corredores de Ideas



La buena noticia es que, por fin, han abandonado esos extraños uniformes de lagarteranas algo desconcertantes para esto del punk rock, y se presentan al mundo con sus chupas de cuero y sus camisetas de loprimeroquehepillao.

La otra buena noticia es que ofrecieron un concierto compacto, consistente, riguroso y, por momentos, brillante en una casa amiga. Todo muy medido. O al menos eso es lo que parecía, y se agradece.

Aún así, las malas noticias también llegan.

Por un lado no han conseguido que en los bares se instale la sana costumbre de dispensar Bitter Kas como bebida diferencial, como marca de identidad redtubiana. Aunque nos consta que andan en ello. Esperemos que lo consigan.

Pero lo realmente descorazonador es que Le Redtubers para presentar su vibrante EP hayan de tirar de casas amigas.

El Ateneo Libertario de Mérida es un lugar único, sin duda. Nadie lo niega. Su labor es impagable y eso que sus voces llegan, a veces, tan solo a oídos para iniciados.

Y aunque su salón está en una primera planta, es lo más parecido a la cultura underground que conocemos en muchos kilómetros a la redonda. No hacen falta sótanos. Algunos de ellos hasta disponen de balcones y miradores al Barrio de San Antonio, muy cerquita de donde la dulce Iris.

Y en el underground Le Redtubers se mueven como en la cocina de su propia casa.

A falta de escenarios en la ciudad, la banda emeritense se vestía de gala, de loprimeroquehepillao, para oficiar de chica de la curva.

Ese mismo día, a la hora de las cañas, habían pasado por un bar del centro para vender discos y cantarse unas coplillas en acústico. Sí, como suena. En acústico. Punk Rock.

Sí, son tan sólo cuatro temas. Ya conocíamos sus homenajes a los bares y a la ironía de Kierkegaard. En el EP aparecen otros himnos como Irlanmeña, Si bemol o Bodyplof, además de la susodicha y fantasmal Chica de la curva.

Y sí, claro que existen grandes proyectos musicales en el Oeste. Algunos vienen de San Vicente, de Llerena, de la propia Mérida, de la eterna Plasencia, de los subterráneos raperos de Cáceres o de Los Colorines de Badajoz. Casi todos tienen en común la importante dosis de creatividad y la ingrata y escasa plantilla de escenarios en los que demostrar ese Poder del Oeste. Eppur si mouve.

Pero Le Redtubers son diferentes, y no sólo porque beban Bitter Kas.

Lo son porque su propuesta desenfadada y bolinguera recupera antiguas farras de cuando en Extremadura aún no se nos caía la cara de vergüenza divisando desoladores horizontes musicales tributarios, de cuando en Mérida se hablaba del epicentro KNO y su local lúgubre del que salieron tantas formas de rabia.

Le Redtubers son, a su modo, herederos de ese espacio histórico que podías encontrar junto a La Corchera, antecedente de lo que hoy conocemos como CSO y que encontramos en naves perdidas y a medio terminar de los polígonos de nuestras ciudades.

Y no te confundas. Detrás de esa aparente sandez que cantan se esconde la fina ironía, esa que dicen que ha muerto, y las letanías nihilistas tan de agradecer en estos días sombríos.

Y a falta de escenarios, Le Redtubers se tiró al monte. Siempre nos quedará el Ateneo.


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. Oeste. Febrero. Trece. 2017