By Corredores de Ideas



En Grecia hubo una escuela con jardín. El maestro paseaba con sus discípulos mientras intentaba explicarles los secretos de la sabiduría y los orígenes del mundo.

La Universidad de Extremadura saca a la calle sus clases a eso de la caída de la tarde, casi al punto de anochecer.

Son alumnos del Máster Universitario en Investigación o de fin de carrera o de grado, o como lo llamen ahora, y su campo de acción es la Historia del Arte. Y se citan en los talleres de los artistas. Y ellos recorren su obra y sus señas de identidad.

Apenas hay jardines ya. Más bien naves alineadas en la Mejostilla. Un parque sembrado de artistas de circo, de técnicos de sonido, de escenógrafos y de singulares coleccionistas de piezas de motores y amantes de los pájaros en jaulas cuidadas que cohabitan con maquinaria pesada.

Y también, claro, escultores y pintores.

El Parque de la Mejostilla es un curioso microcosmos en el que puedes encontrar talleres y pistas de pádel puerta con puerta de los mejores proyectos de escultura contemporánea.

Y allí llegan algunas veces esos futuros investigadores de la mano de profesores que siguen la estela de esa escuela con jardín y de pórticos para cuidarse del sol. Son paseos de arte peripatético. Algo le debemos, y mucho, a María del Mar Lozano Bartolozzi o a Moisés Bazán de Huerta, porque gracias a ellos aprendemos todos los días, y, sobre todo, al caer la tarde, abriendo cancelas donde se esconden los secretos mejor guardados de los artistas de la plástica y del hierro, y de las estrellas y los volúmenes.

Moisés Bazán les explicaba alguna de estas tardes pasadas la trayectoria del escultor, mientras recorrían la nave que al mismo tiempo es galería y corredor de la memoria, porque en ella está buena parte de su obra y de su vida.

Y les contaba también cómo hubo una época en la que el autor construía casitas inmersas en piezas curvas y horizontes de montañas, o cómo se impregna el olor de la laca secante para fijar grabados que salen del tórculo, o los líquidos sin nombre para oxidar lo inoxidable, o cómo se entiende la cinética en las formas de hierro moldeado o mucha más esencia honda que el fotógrafo de la sesión no pilla porque se le escapan conceptos.

Y como la cosa está mu malita, los futuros investigadores apenas pueden darse una vuelta por Arco, sí, ese lugar lleno de pabellones y de tanta gente que a veces no deja ver las piezas, o como decía el otro, esos pasillos atiborrados de tantas piezas que a veces no te deja ver a la gente.

Y ahora resulta que sin quererlo hemos inventado una alternativa low cost para pasear por los jardines de la antigua escuela, la de los pórticos, y recorrer aulas con arte. Arte en vivo. Y en riguroso directo.



[El reportaje]



Oeste. Febrero. Veintitrés. 2017.


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