Un reportaje de Cantarrana



Mérida. Sala Trajano. 22 de diciembre de 1985. En el coqueto escenario de la sala emeritense los aficionados al rock asisten al concierto de Bucéfalo.

Poco tiempo antes, a principios de 1983, Carlos Masegosa, Paco Mata, Juan Flores, Vicente González y Joaquín Mora habían decidido cabalgar a lomos de un caballo mítico, el que acompañó a Alejandro de Macedonia en las campañas triunfantes de Asia.

También a principios de 1983, el 25 de febrero, se aprobó el Estatuto de Autonomía de Extremadura. Nuestra norma común. Y ya nada fue igual.

Unos meses antes de esos días de avalancha institucional, unos jóvenes inquietos, en Badajoz, nos habían recordado que era el tiempo de la llegada de los colores. El grupo era Acción Rock Band. Paseaban por los cines y los bailes de Extremadura de verbena en verbena, de fiestas populares en escenarios de tractores y collares de bombillas mohosas.

Además de Diego González, a la guitarra, el grupo, en su época dorada, lo conformaban Ricardo Bartolomé, bajista, Toni García, batería, y Luis Manuel Mangas en los teclados, aunque en esa época no hablábamos de teclados, simplemente nos referíamos al órgano. Y Enrique, claro. Enrique Fernández había estado dando tumbos por esas tierras castellanas. De vuelta a Extremadura forma un peculiar dúo con su malogrado hermano Jesús Garval. Y luego llegó a Acción Rock Band. Y su voz formó parte de nuestra banda sonora desde entonces.

Unos meses después de la avalancha, Pablo Guerrero, que ya nos había recordado de la necesidad de la lluvia, nos descubre su Orquesta de las Nubes, y sus nuevas formas de ver la música y la poesía. Juntos traen a la península la New Age.

Él venía de los tiempos de la censura, pero en ese 1983, en el año de la avalancha, la tele le contrató para hacer de ciego y para entonar esas coplillas que evocaban a la vida cotidiana. Nuestros padres aún recuerdan al Luis Pastor de las Coplas de Ciego. Luego llegaron los discolibros, los directos en el Romano y los documentales en la carretera.

Pero con la llegada del Estatuto, de la nueva Extremadura, llegaron nuevos aires de libertad.

Y sí, en Badajoz andaban los Golfos Pérsicos y el Frac Amarillo. Y en Trujillo recordamos a Primero de Solfeo y Takun q Takun. Pero es en Cáceres, y con permiso de los Bucéfalo de Carlinos Masegosa, donde la noche fraguó una excelente novela de canciones, paseos marítimos e inconformismo.

Le recordamos como la Movida Cacereña. Y no son sólo Coup de Soup, La Cena está Servida y Percance Laplace. El famoso tríptico que se ha incrustado en nuestra memoria sentimental.

CCP Departament, Balas de Talco, Dévora y los inconmensurables A Palo Seko pusieron a Cáceres en el mapa. A Extremadura en boca de todos. Y a La Madrila en la envidia de los noctámbulos.

Pero antes de cerrar la década, los hermanos Campillo, desde Badajoz a Madrid pasando por Londres, dieron luz a Tam Tam Go!, un proyecto que todavía llega a nuestros oídos cada cierto tiempo.

Luego llegaron los 90, y el nuevo siglo. Y las noches eternas de Mérida que cantaban los Bajos Instintos. Y Perroflauta, de los que nos quedó una tribu y los nombres de Diego Antúnez, Marcos Bayón o Gecko Turner. Y los Vanagloria y su amiga Bebe. Y los Ama y los Inlavables y Los Aviones que arribaron desde Badajoz. Y no nos podemos olvidar, por ley catarranera de vida, de The Animal Crackers, que creció también con Gecko y con Julien Elsie, ambos nombres fundamentales de nuestra música y que aún están en la brecha.

Y por aquellos pequeños amores de la vida, los Dolphin People, los KNO, los proyectos de Alfredo Expósito en sus diversas fórmulas y cantares, y de un poquito más al sur, donde los barros, Sekzión Mortuoria, Titanic, Aliados del Viento, Vehemencia, Dav, La Movida Turca o Mucho Calimocho.

Y hablando de amores por la música, nos acordamos de Montijo y de Plasencia. De las Vegas Bajas recordamos la mano amiga de Miguel Ángel Gragera con 3 al Son, con Súper 8, con Ecce Homo, con Nude, y, por supuesto, con Cajón de Sastre.

De las tierras del Jerte, mucho rap primigenio y mucho punk y mucho Patxi, el de Koma Etíliko y el Los Jacobos. rockero.

Amaneció un nuevo siglo. Poesía sonora. Hip Hop. Mayes, en Cáceres. Brosdol en Badajoz. Malfario en Don Benito y muchos más. La escuela rapera habita amplias regiones de nuestra Nación Capucha. Habría que hacer una tesis tan sólo del universo hiphopero y de lo políticamente incorrecto.

Y sí, claro….andan un poco lejos de nuestro proyecto cantarranero. Pero las músicas de fusión han dado buenos frutos en tiempos de estatuto. Y aquí nos quedamos con Acetre, con el buen rollito rumbetero o los ecos cosmopolitas de Los NOR, o el nuevo flamenco que nos trajo Scud Hero hace tan sólo dos años.

Y es que en el fondo somos hijos de la mesa camilla y bisnietos del mueble aparador. Pero nada de nostalgia. Porque con los años crecieron otras ondas y otros soniquetes. Otros días de avalancha. Extremadura. Así que pasen 35 años.

[P.D.]
Si todavía tienes alguna duda en cuanto a la onomástica, Carlos Masegosa y Patxi. Si. Ellos conforman nuestro particular díptico en el que habitan los héroes cercanos. Ellos presiden nuestro pequeño santoral eléctrico.


[La Memoria]



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Oeste. Septiembre. 2018.