By Cantarrana


Dicen que fue en primavera. Que era el año decimo octavo. Y que unos locos amantes de la música plantaron una ciudad. Y en torno a sus calles brotaron sones y cantos de la revolución de abril. De los días republicanos.

Y que como era primavera lluvia también era.

Dicen que los gobernadores de la ciudad efímera nos dejaron recorrer los fosos, al lado y al borde de las murallas. Pero de ellas no salían dragones amenazadores o catapultas incendiarias.

De los fosos salían músicas que se te cosían al estómago golpeándote amablemente. Con ritmo acompasado. Con vibraciones hipersónicas.

Y que sobre ti se levantaban dos gigantescas ventanas geminadas que dirigían sus miradas a la otra ciudad. A la de las torres medievales. A la de piedra dormida.

Porque en la ciudad efímera no hubo tiempo para el sueño.

Y claro que nos quedamos sin poder asistir a la cita jacobina y sin el rito trasnochador del culto bucefaliano. Era complicado. Eran deshoras del mediodía o deshoras de la alta madrugada. Pero por allí también anduvieron las gentes de La Mendiga, Sínkope, los emeritenses Darkness Bizarre y Omnia Transit. Y cómo no, Def Con Dos, a quien tanto admiramos. Y una de las grandes sorpresas. Unos descarados Bourbon Kings bajo el agua, a quienes, a buen seguro, seguiremos. En modo performance.

El domingo desmontaron la caravana de los sonidos. Lucía el sol. Ya era primavera. Y la ciudad quedó ya en los mapas de los recuerdos. En las geografías de la memoria. Hasta que vuelvan los arquitectos de los sonidos y levanten azoteas gigantes, fosos amables y atronadores, y luces de colores. De muchos colores. De tirada de cables. De muchos cables.

Hablaron de cinco, de diez, de quince mil manos extendidas y unísonas. En la ciudad de los prodigios.

Así que vuelva abril. Que vuelva la revolución. Que vuelvan las lluvias y nos empape de sus colores.

[En la ciudad de las músicas]



[Breves]

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[Músicas]





[Tiempo de Festivales]




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Oeste. Abril. Dieciocho. 2018.