Un reportaje de Cantarrana



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Así aparecía en las hemerotecas una década después.

En la ciudad de Badajoz y en el barrio del Cerro de Reyes, situado en la confluencia de los arroyos Rivillas y Calamón, se ha producido una verdadera catástrofe con la pérdida de 21 vidas humanas hasta la fecha, y decimos hasta la fecha, porque según el parecer de responsables de seguridad, se teme que el número de muertos sea aún mayor. A la cifra de víctimas de la capital pacense se unen las tres mujeres fallecidas en Valverde de Leganés.

Con este aviso, el Servicio de Protección Civil e Interior extremeño ponía punto y final al documento redactado para informar sobre las actuaciones llevadas a cabo con motivo de las inundaciones de 1997. Para muchos extremeños ese punto y final no era más que la confirmación de una pesadilla de la que tardaron meses en despertar y que todavía hoy les persigue en su día a día
.

Todo sucedió en la madrugada del 6 de noviembre. En 1997. Ayer se cumplieron veinte años de esa pesadilla.

A veces los cursos del agua nos recuerdan que sus cauces son indomables, y que no podemos modificar la mano de la naturaleza a nuestro antojo, a nuestra manera, queriendo redibujar la ciudad y los mapas. El Rivillas y el Calamón ya forman parte de la geografía emocional de los pacenses, de los recuerdos negros y los malos sueños.

Las autoridades locales y regionales actuaron con premura. Los realojamientos y la construcción de más de 1000 viviendas se hicieron en un tiempo record.

Pero no olvides que muchas noches, cuando llegan las lluvias de otoño, a más de uno del barrio se le encoge el corazón, y se le asoman los recelos.

Temen que el Rivillas y el Calamón vuelvan a rugir.

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Todo el mundo la conoce como la Carretera de Valverde. De Valverde de Leganés. Corre casi paralela al Calamón. Pasas por el Sancha Brava, por salones de boda al borde la carretera, por pistas de padel, y, cómo no, por instalaciones de desguace que tanto afean los accesos de las ciudades. Y algunas ventas.

Como a unos siete kilómetros de la ciudad se sitúa la Venta Remayte.

Pero era y es una venta peculiar. La regenta Maite. Y más que regentarla, da cobijo y aliento a la gran mayoría de músicos de Badajoz en los últimos años.

Con precios asequibles, la Remayte ha sido testigo y punto de encuentro en sus locales de ensayo de la historia reciente del rock pacense.

Sería interminable la nómina de proyectos que han nacido allí, las ilusiones que se han escrito en sus paredes. Quien no conoce la Remayte o no es de Badajoz o no es de la música.

[03]
La madrugada del 6 de noviembre, ayer hizo veinte años, la furia de la riada se llevó vidas y también sueños.

Los amplificadores, las baterías, los altavoces que con tanto ahínco consiguen los músicos reunir para conformar su banda, los propios y los a menudo prestados, se perdieron para siempre, y con ellos los anhelos.

La Remayte estuvo en el epicentro de la catástrofe sufrida esa madrugada.

Y por un tiempo la música dejó de sonar en sus alrededores. Y en Badajoz. El silencio se apoderó de la propia vida, de los propios deseos de pisar un escenario.

Tocados pero no hundidos.

Tan solo dos meses después, el gran Armando Mazuecos graba en el estudio de Promúsica, que por entonces estaba en Puebla de la Calzada, antes de trasladarse a la ciudad, 17 canciones. Cada una estaba interpretada por 17 bandas.

Es momento de recordar sus nombres. Porque fueron parte de la historia. Actores de un drama real.

Full de Ases, Situación límite, Eutanasia, Agua p´al sembrao, Conspiración, Generación Pelele, Coda Quartet, The Wichards, Desahuciados, La puerta, Satanarkía, Inlavables, Negligencia, No fishing.

Diecisiete bandas que lo perdieron todo. Todo lo que el agua se llevó en su rabia. En esa madrugada del 6 de noviembre. Ayer hizo veinte años.

[04]
El disco fue una lección de solidaridad. Y un recuerdo imborrable de un hecho luctuoso tan triste como la riada de Badajoz del 97. No siempre hace falta escribir la historia en líneas y en grandes titulares. Se puede hacer también en canciones. Canciones que van destapando retratos y sueños y pequeñas cartas sonoras para los allegados. Aunque haya tenido que tocar con una guitarra prestada, porque la mía se la llevó el cauce.

Han pasado 20 años. Y un día. La gran mayoría de los grupos que aparecen en este disco testimonio ya no existe. Pero qué más da. Lo importante es que fueron embriones de nuevos proyectos. Alegatos de la lucha y el amor a la música. Y ejemplo de una aventura que marcó las vidas de los presentes. Nunca un título de un disco evoca tanto el significado del mismo. Tocados pero no hundidos.

Pero no olvides que muchas noches, cuando llegan las lluvias de otoño, a más de uno del barrio se le encoge el corazón, y se le asoman los recelos.


[Hundidos en la radio]



[El disco completo]



[Cuando Remayte suena]


Un reportaje de José Alberto Martín García

Oeste. Noviembre. Siete. 2017