Un reportaje de Corredores de Ideas



Sábado, catorce de julio de dos mil diecisiete. Habíamos parado en el pueblo del escultor a comer. Para llegar a Navasfrías, justo al lado de la raya castellana, hemos atravesado la espina dorsal del Reino de Gata, hemos pasado por alguna piscina natural repleta de coches al borde de la carretera, por Moraleja, donde se respira ya San Buenaventura, aunque a algunos de los presentes no les haga ni pizca de gracia ese mundillo torero, y entre rotondas despistantes hemos dejado a un lado el camino a Huélaga. Ya queda poco para que lleguen las fiestas de San Periquín.

Pero la huella más dolorosa es la que permanece en la sierra. La de los fuegos de los últimos veranos.

Bueno, vaca, bonito, bueno.

Y al otro lado, las tierras salmantinas, territorio leonés y castellano y el Campo de Robledo, y, cómo no, Sabugal y Soito. Casillas de Flores apenas sobrepasa los 200 habitantes en temporada baja. En verano vuelven los que un día tuvieron que salir. Y el ambiente, según él nos cuenta, se anima bastante.

Hace mucho calor. Damos pronto con el bar y allí le encontramos. Justo donde habíamos quedado. ¿Qué era de nuestra vida antes de que existiera el guasá?

Sí, claro que le conocemos de los concursos de televisión. Pero no se trataba de que nos firmara un autógrafo y un hastaluego. (Por cierto, ahora que lo dices, no nos trajimos ni un solo autógrafo de él. Se nos pasó, mireusté)

Y claro que nos hicimos fotos. De dos en dos, de tres en tres, de grupo. Y claro que nos llevó al prado en el que viven sus vacas. Y nos las presentó.

Y vimos cómo le reverencian. Cómo se acerca a ellas, en silencio, o simplemente con el Bueno, vaca, bonito, bueno, y pareciera que les exhalara su espíritu de sabiduría mientras ellas permanecen inmóviles, que les regalara el halo de ciencia silenciosa y tranquila del volcán de sus ideas. El hombre que hablaba a los libros…y a las vacas.

José Pinto pertenece a otro siglo. Uno no sabe si al tiempo de Sócrates o al de los estudiantes libertinos que crearon los Carmina Burana, o al siglo de Quevedo y Góngora o al tiempo de Pessoa. Pero todos viven en él. Sabio.

Y aunque el tremendo calor te lo ponga complicado para evocar los entornos pastoriles y para rememorar sonetos de Garcilaso, le escuchamos embobados, embelesados, como si de un sermón de la montaña nos recordara su vida, sus andanzas literarias y cinematográficas y sus ganas de vivir y saborear de lo prosaico.

Gacha, Rabicana, Golondrina, Paloma, Pomba, Palomilla...Nunca sabremos qué les dice cuando se acerca a ellas. Tan sólo que le miran, le observan y asienten con el rabo. Pero sí vemos cómo crece un pequeño paisaje de bruma de colores que emerge del suelo que pisamos y embriaga a las vacas. Hálito de sapiencia.

Hálito que nos evoca a otros sabios, a Fray Luis de León que tanto transitó también por esas llanuras helmánticas, cuando la llamaban tierra de adivinación, y antes de que su nombre fuera asociado a campos de fútbol, a concesionarios de coches, a residencias universitarias o a revistas para filólogos, o más cercano en el tiempo y en la geografía, a Ángel Rodríguez Campos, al que conocimos para la historia como Helénides de Salamina, el maestro sabio que vino de Mogarraz y puso en el mapa al Casar de Cáceres.

Volvemos al bar. Unas fotos en el salón de la peña. Y vuelta a rehacer el camino a Huélaga.

Fromages le promete unos quesos de Viseu. El escultor, algunos catálogos de sus exposiciones. Y él promete recibirnos cuando volvamos, porque volveremos.

Volveremos para beber de su sabiduría y para que Fromages le recomiende tortas del Casar, porque aunque nunca lo va a confesar, conocer en persona a uno de sus ídolos televisivos, y pasar toda la tarde con él y sus vacas y tomarse unos cubatas en el bar del pueblo y hablar del ganado y de lo perdido, tardará tiempo en olvidarlo.

A José Pinto le puedes seguir en la tele, sí. Pero es mejor disfrutarle en el campo, rodeado de sus vacas y su ecosistema. Su geografía sentimental, su mapa de la vida.

Bueno, vaca, bonito, bueno. José Pinto.



[La entrevista]




[El reportaje]



¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!


(Fray Luis de León)


Oeste. Julio. Treinta. 2017



[Otras incertidumbres]

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