Sábado de Gloria y dolor en el Foro (del Oeste)
Sobre grabados, cruces de mayo y maletas de la vergüenza

By Corredores de Ideas.



Vuelven los sábados al Foro. Parece que ha pasado la lluvia y en cada rincón brotan estaciones de paso celebrando la llegada del buen tiempo, e invitando a echarse a la calle, a sortear turistas con cámaras y planos de la ciudad que miran y voltean buscando el ustedestáaquí.

Vía Lucis. Estación 1.
Hace algo de viento en la plaza del Foro del Oeste. Luis Rosado y Manolo Silvestre prometen crear una serigrafía de 60 metros. Conformen van extendiendo el tapiz de papel, el aire lo dobla. Hay que ponerle peso encima. Que si una botella de agua, que si una plancha de metal, que si tú ahora pisas en una punta y yo en la otra. Printemps Serigrafía se llama la experiencia. Organiza la Asociación Cultural Extars. Y el rincón de la plaza, poco a poco, se va llenando de gente. Del artisteo y del no artisteo. Una pareja de turistas holandeses en bicicleta, jubilados que han dejado, por un momento, las pocas obras que hay en la ciudad, algunos niños (luego vendrán más) y Luis Casero y Carlos Pazos y sus respectivas. Y cada vez más gente. Y un grupo numeroso de monjas que llega de Castilla para subir a la Catedral a ver a la patrona. Al principio era un árbol. Y se va convirtiendo en bosque. Es la magia del grabado. Parece que el aire ha amainado y les deja trabajar. Menos mal que casi todos hemos llevado gorra o sombrero. Lo importante es participar.



Vía Lucis / Crucis. Estación 2.
Dicen que nació como una fiesta medianera de la primavera para celebrar el culto a la naturaleza, como casi todo en estas nuestras vidas primigenias. Que si eran los palos de mayo, que si era un tronco engalanado con guirnaldas de violetas y bandas de lana en honor al joven Attis que cuenta Ovidio el latino y al que le perdió el amor. A Attis, no a Ovidio. Bueno, a Ovidio también le perdió el desamor. Y que luego venían las danzas rituales, y las floralias, y que después cuentan de cómo el emperador Constantino abrazó la fe cristiana no muy lejos del Danubio cuando era azul.

En todo caso se trata de un saludo a la primavera. Y mientras Luis Rosado y Manolo Silvestre andaban deshilando la madeja de papel que se iba transformando en un bosque de árboles coloridos, desde el adarve bajaban los niños portando una cruz, la Cruz de Mayo. Era procesión reducida. Apenas pasaban de la treintena. Pero le dieron color al foro, y sonido de clics a las cámaras de los turistas. Pocos esperaban semejante epifanía.



Vía Crucis. Estación 3.
Se nos debería caer la cara de vergüenza. Hace un tiempo, mucho tiempo, a Lesbos, la isla, llegaban jóvenes hermosas para aprender de la poesía de Safo y de su regazo.

Hoy llegan jóvenes huyendo. De la guerra, de la vida que no es vida y de la muerte. Su casa es una maleta y su oficio es el de náufragos.


Por estas páginas ya han pasado otros naufragios. Muchos. Más de los que nos gustaría. Pareciera que no estamos en Europa, la vieja dama civilizada. Los náufragos de las esculturas de hierro de César David en Villanueva (de la Serena), los náufragos a los que cantaba Pilar Díez en Mérida (en la Escuela de Arte), a los que interpretaba Amelia David en el antiguo convento-corrala de Badajoz o a los jóvenes de Palmira que regalaban perfumes a sus amantes de Montenegro, las de La República del Mar.

Hoy quedan tan sólo las maletas. La procesión hacia los muros de Europa se inicia en Las Claras. Detrás está la Plataforma Refugiados Extremadura, y la gente de Artistas y Obreros del Mundo, y los Amigos del Museo, y algunas parroquias y mucha gente anónima.

La imagen es ya antigua. La hemos visto muchas veces, lamentablemente. En guerras civiles e incívicas. En fotos en blanco y negro.

Pero hoy la vemos a diario en los informativos. A todo color. Aquí al lado. A pocos kilómetros de nuestro paraíso de pájaros y cielo sobre dehesa. Maletas.



Vía Lucis. Postdata.
Para volver a casa hay que atravesar el parque. De frente te encuentras con un reconocido poeta local. Le acompaña una joven. Eso es lo que da un libro. Le dice él a ella. Es la frase que uno oye cuando se cruzan.

Y uno piensa. Estos poetas no pueden hablar del tiempo, de fútbol o de bicicletas. No. Da lo mismo el día y la hora. Siempre van a lo que van. Luego se quejan de que se les llame cansinos.

Pero en el fondo, gracias a ellos y a su poesía la vida se nos hace llevadera. Incluso, a veces, hermosa. Como aquella poesía que hace un tiempo, mucho tiempo, se escribió en Lesbos, la isla. Donde ahora llegan los náufragos.

Poetas. Aunque sean unos cansinos. Unos metros más adelante, la Feria del Libro. Y entonces lo entiendes todo. Eso es lo que da un verso, un poema, un libro, un perfume de Palmira.


Oeste. Mayo. Uno. 2016.


[Otros sábados de gloria]




[Otros naufragios]

...

..