By Corredores de Ideas



Si tienes la suerte de llegar a él al atardecer, a punto de oscurecer, y subes al parque desde Sor Valentina Mirón podrás ir acercándote a un horizonte totémico.

Y verás también viviendas unifamiliares alrededor, y si la fortuna te acompaña, te encontrarás a una pareja de abueletes paseando ayudados por el andador a través de esas llamativas formas de piedra, hierro y hormigón. Extravagantes, dicen los paseantes, pero ya estamos acostumbrados a ellas.

En blanco y negro cualquiera diría que estás en el Medio Oeste. En un antiguo cementerio indio, y buscarás cabelleras colgadas de las piedras superpuestas, y comprenderás cuánto daño han hecho las viejas películas de vaqueros y de apaches.

No te fíes. No estás en el Medio Oeste americano. Estás en el norte del Oeste, pero el de aquí. En Plasencia, en el Parque Escultórico del Berrocal.

Para nosotros, la cosa empezó tal que así:

Cáceres. Miércoles, 9 de marzo de 2016. Campus universitario. 16.30 hrs. Sin apenas unos minutos para la dulce siesta. Jornadas de Arte.

El profesor Moisés Bazán de Huerta disertaba sobre la escultura pública extremeña en su cara más actual y más abstracta.

Por sus palabras y sus imágenes pasaron nombres como Rufino Mesa, Hinchado, Florentino Díaz, César David, Julián Gómez y muchos más.

Y ya, casi sin tiempo, se detuvo en Plasencia. En un proyecto peculiar. Hasta ese momento estábamos seguros de conocer bien la ciudad del Jerte. Nada más lejos de la realidad.

Esa tarde escuchamos por primera vez nombres como Antonio Gómez Blázquez o Parque Escultórico del Berrocal.

Tres días después ya estábamos encaramados entre los canchos desde los que se divisa la torre esbelta del Palacio de Mirabel y se otean los pináculos de la catedral y emerge el horizonte monumental de Plasencia.

Tres días después conocimos un proyecto que lleva en pie desde 2008, y que ha sido víctima de los ataques de los tontainas que pululan por todos lados.

Tanto cacarear y alardear de singulares, y hemos llegado con casi diez años de retraso a una propuesta singular, ella sí, un museo, un parque, un llámalo como quieras. Pero si tienes ocasión, llámalo.

Nada mejor que acudir a las fuentes, al estudio que el profesor Bazán de Huerta publicó sobre este espacio y a quien debemos haber podido llegar a él en cuerpo, vista y entendimiento.

Y no, no estás en un antiguo cementerio indio. Muy cerca, al ladito del parque, se encuentran las huellas del antiguo cementerio judío.

Y sí, el parque de Antonio Gómez Blázquez se nos une en el disco duro al Rincón de los Engendros de Alcántara, el de Fernando Tostado, o a los Barruecos del alemán. Cada uno en su casa, en sus formas, en sus conceptos y en sus trascendencias, pero se nos une.

Dulce extravío.

P.D. ¿Qué habrá sido de los jardines modelados del Losar? Hace ya tiempo que no vamos, y vaya usté a saber.







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Oeste. Marzo. Quince. 2016.



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