By Corredores de Ideas



Afortunadamente no soportas aglomeraciones. Puedes pasearlo y disfrutarlo sin algarabía. El Festival Medieval de Elvas ya lleva más de diez años haciendo de la Praça da República un gran mercado. De arlequines, de caballistas de torneos, de herreros y escribas que inmortalizan tu nombre, de especias y jóvenes danzarinas de corte oriental. Y de tabernas y crépes, de platos de caracoles y cerveza fría, por fin, fría, de frutos secos y cetrería.

Estos festivales ya están repartidos por medio mundo. Ya está todo inventado. Pero en Elvas es como si sales a tu balcón mientras riegas las plantas. Y sí, hay pequeños espectáculos en la escalinata de la Sé que son, a menudo, como de andar por casa, que se bautizan los protagonistas con nombres que evocan a Istanbul o a las Mil y una noches, pero en el fondo vienen de academias de la ciudad, de Redondo, de Alandroal, de Badajoz o de Cáceres, o, si me apuras, de Sagrajas.

Pero da lo mismo. Ya sabemos que sí, que está todo inventado. Que los horarios de las actuaciones previstos no se cumplen. Que haces decenas de kilómetros para ver la ejecución de una danza sufí que dice el programa que llega de Egipto, y sin esperarlo ni anunciarlo, han cambiado el horario hasta altas horas de la noche.

Pero a Elvas hay que ir. En Elvas hay que estar. Porque es como estar en casa. Y por eso lo intentamos todos los años. Aunque al final no veas la danza sufí, que era la razón fundamental por la que ibas este año.

Luego recuerdas que al anochecer iluminan los fuertes de Santa Lucía y de Graça y se te pasa el cabreo. Elvas. Estar.

[El reportaje]



[La imagen]




By Corredores de Ideas. Oeste. Julio. Dos. 2017.


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