Un reportaje de Corredores de Ideas



Van en formación casi militar. En silencio riguroso. No bailan. No tocan. No cantan. Pero hay que verlos al menos una vez en la vida.

Estar sentado en la plaza del pelourinho de Alpedrinha y escuchar, poco a poco, cómo se van acercando con su sonido monótono, telúrico, atávico, el de la memoria, y se aproximan como fantasmas por las calles empedradas camino de Picadeiro, eso, no tiene precio.

Son los Chocalheiros de Ficalho, y sólo por ellos merece la pena haber estado en Chocalhos en este 2016.

Ya estuvieron también en 2013, y algunas de las imágenes que aparecen en el reportaje visual pertenecen a aquella edición. Y también ese año estuvimos con ellos. Acompáñales en silencio. Siguiendo el ritmo de las zumbas que hacen sonar y viajarás a tiempos arcanos, a la Edad de Oro, a la curva da estrada de Pessoa.



Como cada septiembre Chocalhos vuelve a Alpedrinha. El festival de la trashumancia se ha instalado en la Beira Baixa y se ha convertido en una dulce orgía de sonidos llegados desde donde ya no nos alcanzan los recuerdos. Bombos, concertinas, pífaros, gaitas de fole, reco reco, acordeones y cencerros, muchos cencerros. Muchos chocalhos. Y la presencia imponente del palacio de Picadeiro, vuelto a la vida definitivamente después del abandono al que estuvo sometido durante décadas. Todo acaba y comienza en Picadeiro.

En la edición de este año, y en el entorno del palacio, pudimos ver a la representación española de esta convocatoria. Una agrupación que parecía llegar de los coros y danzas con una capitana al mando que recordaba a la antigua Sección Femenina. Está claro que no saben qué es Chocalhos. A lo mejor se despistaron un poco, y han pensado que Chocalhos es como esos festivales folklóricos en los que participarán por ahí.

Nada más lejos de la realidad. Chocalhos es otra cosa. Chocalhos es la fascinante presencia de los Chocalheiros de Ficalho o los incansables y descarados elementos del Grupo de Bombos Só Pedra venidos de las tierras de Coimbra, de Portunhos. Sin olvidarnos de los bombos de Nisa y de la vecina Covihâ, o el grupo de concertinas de los paisanos de Sequeira.

Si esperas un rato subido en las gradas del pelourinho, los verás pasar a todos y dedicarte unos minutos. Y verás cómo va apareciendo la luna sobre la Serra da Gardunha apuntándose también a la fiesta, porque durante esos días Alpedrinha es una auténtica fiesta. Para poner el oído. Para abrir los ojos. Para disolverse mientras cae la noche entre la procesión de gente subiendo y bajando de Picadeiro, y dejarse llevar por el ritmo de los bombos. Y perseguir a los chocalheiros para arrancarles una sonrisa. Verás que no es fácil. Están en su papel. Y su papel sobrecoge.

Como cada septiembre Chocalhos vuelve a Alpedrinha. Como cada septiembre por allí nos podrás encontrar. Pura devoción. Ya habrá otros momentos para ir a buscar ovnis a lo alto de Gardunha.

P.D.
Algún día iremos a Portunhos. A ver de nuevo al grupo de bombos. Son tremendos. Fascinantes. Un espectáculo maravilloso. Eso sí que es Punk Rock.


[La galería]




[Tube]








[Especial Alpedrinha]

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. Oeste. Septiembre. Veinte. 2016