By Corredores de Ideas
Venían de La Albuera, del Valle, de Campanario, de Rena. Llegaban desde Berlanga o Cabeza del Buey. Traían un carro y poco más de lo puesto. Lo más íntimo. Los recuerdos. Atravesaban caminos y sendas recién señalizadas. Soportaban tormentas de calor, tornados y ciclo génesis explosivas, aunque es posible que antes ni siquiera se llamara así.
Y llegaba la familia completa. No faltaba el sombrero pajero ni la falda larga, ni algún juguete hecho de madera al modo rústico.
No. No eran caravanas, ni era el Medio Oeste. Ni les esperaban las cámaras de John Ford y el saludo de Gary Cooper. Y no había sioux y apaches en lo alto de las lomas acechando.
Les aguardaba el futuro en una casa a medio construir, y el camión con la cuba de agua, y les quitaban el sueño el amanecer del día siguiente que llegaba avisando por la ronda.
Eran los colonos. Y esto era el Oeste. Pero no el de las grandes llanuras repletas de bisontes. Esto era el Far Wext. Donde antes hubo dehesas crecieron regadíos. Llegó el agua y la vida.
Cincuenta años después, un 3 de julio de 2016, una antigua fuente sobre la que emerge una familia bajo la que crecen flores de colores, recuerda a estos colonos. En la Plaza del Concilio. En el corazón de Vivares.
Era domingo de verano. La tarde su puso mala. Llegó la tormenta. Y se llevó las sillas de plástico por los aires. Dicen que un tornado cruzó las vegas.
Para la ocasión César David vestía camisa de lino blanca. Y esa noche se iluminó por primera vez su familia en hierro corten. A sus pies, los recuerdos de Vivares y su medio siglo de vida.
Una familia que homenajea al pasado y que mira al futuro, y que te recibe y te saluda cuando llegas a la plaza desde cualquier punto. Desde La Albuera, del Valle, de Campanario, de Rena. O desde Berlanga o Cabeza del Buey.
Para la ocasión, él porta sombrero pajero y ella falda larga y plisada. Los niños esperan que asome el amanecer por la Ronda del Sol.
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Oeste. Julio. Doce. 2016.
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