Ecos y sones transitivos
Ruiseñora. Y algo de Bambikina. La Crónica Parcial.


Imágenes de Corredores de Ideas para el Correo del Oeste.


Por San Blas.

Por donde duermen las caravanas.

De fondo, la antigua facultad en la que nos hicimos hombres hechos y derechos.

Luego resulta que nos quedamos en hombrinos, como dice mi amigo el escultor, poco hechos, como los filetes, y de derecho, más bien poco.

No creas que tenemos muy claro quién organizaba este tema.

Ni sabemos a quién o a quiénes se les ha ocurrido montar estos conciertos en un sábado de tantísimo frío, a finales de noviembre.

Suponemos que la ciudad puede albergar algún otro espacio escénico para este tipo de eventos. Alguna pista deportiva cubierta, o un pabellón de deportes o un auditorio techado. O una Casa de Cultura. Pero llevarlo a un parking de caravanas, como que no atiende a mucho glamour.

Claro, que lumbreras los hay en tos laos.

Hasta en esta casa los tenemos.

Ni tampoco sabemos por qué todos los nombres del cartel extremeño estaban protagonizados por mujeres.

Desconocemos si es por decreto o por alguna razón similar que se nos escapa.

En Cantarrana, afortunadamente, nunca hemos hecho ese tipo de distinciones de género. Ni creo que la volviéramos a hacer. Nos da igual si son hombres, mujeres o robots.

Si otros la hacen, es problema suyo.

No forma parte de nuestra hoja de ruta. Ni vamos a entrar en ese juego.

Afortunadamente estaban tras el sonido nuestros barraganes del alma. Y eso reconforta un poco. Nos garantiza buena calidad sónica.

Elia Maqueda portaba un espectacular mantón de Manila, que a veces revoloteaba y paseaba por nuestros tiritones.

Era necesario cubrirse. Es posible que el frío la impidiera cantar en condiciones.

Estaba claro que no era el día ni el lugar,

Ya te lo hemos contado alguna vez. Lo llaman el neotonadillerismo, y es donde conviven nuestros patios, el serano y el relente, y los recuerdos de un micro universo alojado en los doblaos, casi de un realismo mágico vestido de alta tecnología.

Ruiseñora dibuja un paisaje donde se evocan pequeños himnos marianos de nuestra infancia y cantos de la memoria. Una vuelta de tuerca a la búsqueda de los Paraísos Perdidos. Una metáfora cósmica, en fin.

Un trabajo deslumbrante donde maridan La Violetera y Blade Runner. Sin olvidarnos del brasero de picón.

Y claro que sonaron los temas de su último ep, La Jara, con una presencia tan extremeña que, hasta la falda roja de Elia, de costura y textura tradicional (verata, según comentaba la pacense) acompañaba el semblante y la escena.

Y sonó la Jota de los quintos, “una canción recuperada, reinventada, de esas que vienen de lugares recónditos del subconsciente y tarareas por casa, como se tararean las cosas que no sabes por qué te corren por encima de la lengua”.

Ya se van los quintos, madre, y queda el poderío adolescente, el remolineo de verano, las hurtadillas. Las niñas del pueblo siendo unas reinas y quedándose con lo fugaz y con lo bueno (y con todo, claro, con todo) aprovechando que las madres han corrido a chivarse.

Y las canciones creadas al alimón con Sole Parody, excelentes también.

Y sonaron los Puñales que te doy. Sobre la patrona de Badajoz, a ritmo de bakala. Electrónica cósmica y folklore extremeño. Sangre con cocacola.

Desde Badajoz, Elia Maqueda y Atilio González, desde Canarias.

Era un escenario de gran formato. Y puede que una voz y un teclado resulten algo escasos.

Pero la música y el planteamiento de Ruiseñora nos tienen conquistados.

Un resumen de toda nuestra intrahistoria musical, de cuando vivíamos instalados en el paraíso. De los tiempos de la genuflexión. De cuando las verbenas en la plaza y la ronda de los quintos.

¿Acaso no proponía Blade Runner, en el fondo, un paseo por esos paraísos perdidos?

Acaba el concierto, y salíamos del descampado. De fondo, el Siglo XX de Ruiseñora.

Después de sus canciones de la dehesa, del relente y la casa grande, nos encontramos con un joven vestido de capisayo, como llegando y yendo a alguna procesión. Genuflexión. Círculo cerrado.

Por fin, Ruiseñora en directo. Asignatura pendiente junto a las aulas que fueron de letras, en las que leíamos a Rimbaud y a Catulo. Sones transitivos. Frío, mucho frío. Muchísimo. El mantón de Elia, hermoso, hermosísimo como sus canciones enjaradas.

¡¡Qué bello hubiera sido en otro espacio más adecuado!!








Esther Méndez, Bambikina, evocaba su propia caravana.

Y su propio viaje a Méjico, donde la tierra del peyote y el disparo fácil.

Aparecía con su banda al completo. Afortunadamente no había caído la noche, y no hacía tanto frío como cuando subió Ruiseñora. Era un poco más soportable.

Hace pocas semanas estaba en Mérida, en el Templo de Diana.

Vuelve a Extremadura, para estar cerca de su tierra verata.

Donde abonar tallos fértiles y duraderos al ritmo del tequila.

Y paisajes de cacahuetes, de escorpiones y de palomitas de caramelo.

Tierra de abono y recolecta, sierras de mariachis.

Bambikina parece que está a un paso de convertirse en la artista del régimen. No sabemos muy bien de qué régimen.

Pero cada vez que ves un cartel algo institucional, ahí aparece ella.

Por un lado, nos reconforta.

Pero no queremos que esto pueda resultar ya cansino.

Bambikina no lo merece. Su propuesta es demoledora. Sus canciones dibujan un canto de alegría entrañable y pasión desbordante. Y además nos gustan más las aristas underground, que nadie lo dude.

Por cierto, presentaba la gran Ana Carretero, cariñosa y entrañable, como siempre. Ana Beatriz.




Oeste. 27 de noviembre. 2021.