Una reseña de Corredores de Ideas para Cantarrana

Fue hace unos días. A finales de marzo.

Llegabas a Moret, y lo primero que te topabas al otro lado de la vía, bañándolo todo, de bruces, era la luna. La Luna Llena del Cuervo. Aunque allí no había indios navajos. Allí lo que había, eran músicos.

Para esa cosa de los nombres, los nativos americanos siempre han sido únicos. Poetas de la natura.

A los que los seres normales, es decir a los que hemos perdido la relación con la naturaleza que nos rodea, y denominamos una simple noche de luna llena, ellos la bautizaron como Luna llena de la corteza, porque es el momento en el que la nieve comienza a derretirse, o Luna de azúcar, porque en esos momentos se cosecha el jarabe de arce, o la Luna Llena del cuervo, porque sus graznidos avisan y anuncian el final del invierno.

Fue Ana Beatriz, que no es india navajo, al menos que sepamos, quien bautizó esa noche del cuervo.

Cuando DiMayo estrenó este disco, Muy, en Mérida, en la Sala Trajano, a finales de febrero de 2020, era plena Luna Nueva.

Esa noche Dimayo increpó al silencio, amonestó al viento. ¿Recuerdas?

Nosotros, que para eso de los bautizos, también somos un poco pomposos y algo aparatosos, para qué nos vamos a engañar, llamamos La Fábrica Iluminada a estas naves en las que se encuentra al plató de los conciertos de DiRECtamente.

Con la dirección musical y los teclados de Eloy Talavera, el bajo de Víctor G. Sánchez, la batería del montijano Diego Trejo, la guitarra del gran Mikelo, pero sin las voces, en este caso, de la brasileña Glaucia Mendes, que por esos temas de la pandemia, no había podido salir de Lisboa, y la voz y la templanza de DiMayo, la excusa era presentar Muy.

Ya sabes que esta guerra biológica que padecemos ha obligado a dejar discos dormidos a la espera de mejores tiempos.

Para volver a empezar. Para el “decíamos ayer” que recordaba alguien.

Y así, igual que en la Trajano, algo más de un año después, el plató de Moret esperaba en silencio.

Luego, poco a poco, se fue poblando de canciones una a una, y de dos en dos y de tres en tres, y entre todas tejieron y vistieron un delicioso tapiz de quimera y fantasía. Y entre todas fueron legión.

Decíamos ayer. Antaño era almacén de superfosfatos, en territorio minero, y hoy se ha reconvertido en un arsenal de canciones de amor y utopías.

Como si el tiempo no se hubiera detenido a golpe de pandemia y confinamiento, el concierto de DiMayo fue un tránsito sonoro por ese fantástico disco.

Ahora que no estás, ¡Qué bonito!, Venha Ver, en la que se añoró la ausencia forzada de Glaucia, Me agarro a la vida, Locura, Step out of your skin, Donde sueña Portugal, Quimera y fantasía, temazo, y homenajeando a la luna, a la Luna Llena del Cuervo, Esa luna contigo, en la que DiMayo aprovechó para presentar a la banda. Ante un patio de butacas virtual, al otro lado de la pantalla streaming.

Mientras dentro del plató, los técnicos de cámara y este arrimao que lo es, agitábamos las manos en señal de aplauso y regocijo.

Cuando abandonábamos la fábrica, la Luna seguía en todo lo alto de las vías. Y resonaban los ecos de esa luna contigo. Mis alas, tu fantasía. Un astro que pasa. Y de pronto las vías del tren se habían difuminado y habían pintado otro camino, la Vía Láctea. Juegos de irrealidad. 
 

Espera, que antes de irme, tengo que bajar a dar las gracias a Titi, a César, a Tini, y, por supuesto, a Ana Beatriz.  Uno a uno. Una a una. Por habernos dejado trasegar e iluminar la noche minera de Moret. Muy Moret



 
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Oeste. 10 de abril de 2021.