Un reportaje de Corredores de Ideas


Hace un tiempo, mucho tiempo, a la isla de Lesbos, llegaban jóvenes hermosas para aprender de la poesía de Safo y de su regazo.
Hoy llegan jóvenes huyendo. Del regazo amargo de la guerra, de la vida que no es vida y de la muerte. Su casa es una maleta y su oficio es el de náufragos.
Cada 20 de junio, la gente de bien conmemora el Día de los Refugiados.
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Y la gente de bien recuerda que todos los días son 20 de junio.
Y en Extremadura bien sabemos de maletas y de náufragos de tierra firme.
Y es que, como recordaba Isabel Campón en su magnífica exposición de la Sala de Arte El Brocense, en Cáceres, en enero de 2019, Somos fotogramas distorsionados / en la puerta de una frontera imaginaria.
En Pudimos ser nosotros, el nombre que daba título a la exposición, Isabel Campón recuerda a los refugiados.
Y recuerda al horror, a la desolación, a la incomprensión, a la violencia y a la soledad.
Y todo ello embriagado de una poética silenciosa.
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Por su parte, Esperanza d'Ors, en Todos somos trashumantes, proponía un ser deshumanizado.
Un ser que forma parte de un paisaje de alineación y pasividad.
Fue también en la Sala de Arte El Brocense, en Cáceres, en junio de 2019.
Una exposición en la que se podía leer un pequeño texto de Juan Carlos Pajares.
Hijos del otro lado del mar, no vengáis, las playas de los días felices del verano son para los nuestros, para vosotros, algas y arena en la garganta, sollozos y sed, no vengáis, aunque os coman por los pies las moscas y el hambre, aunque el miedo sea la aurora perpetua de vuestra mísera existencia, no vengáis, no se os ocurra venir, dejadnos morir con nuestra vergüenza.
No hay nada más que decir.
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En marzo de 2017, y de igual manera, en la Sala de Arte El Brocense, y capitaneado por Alfonso Doncel, pudimos asistir a Still Waters. Aguas Tranquilas. Un trabajo multidisciplinar creado por Luis Manuel López, Diana Vara, Sergio Suárez, Raquel Sandes, Rosa Perales, el actor Antonio Chavero y el propio Alfonso Doncel, donde se aunaban pintura, fotografía, escultura, vídeo, narración, danza y música. Still Waters proponía un ensayo sobre la identidad, narrado alrededor del personaje de Isaías “El Chapas”, el hijo de un chatarrero que soñaba ser pescador.
La exposición desvelaba el origen de los misteriosos peces de metal que aparecieron hace años en la Bahía de Cádiz.
Still Waters también pasó por Trujillo y Badajoz.
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Unos años antes, a principios de 2010, el fotógrafo Pedro J. Gómez muestra sus maravillosas fotos en un proyecto comandado también por Alfonso Doncel, en el que además se contaba con un buen número de artistas y creadores. Un proyecto que pudimos ver en Castelo Branco y también en la Sala de Arte El Brocense.

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Curiosamente, en los últimos tiempos, nos encontramos con dos propuestas expositivas, que llegaron a la Sala de Arte El Brocense provenientes del Este, de las tierras Murcianas.
En 2016, El Brocense nos sorprendió con Los juguetes del fin del mundo (Folitraque), una propuesta de Ángel Haro, que pretendía dejar claro que abrir la mente a los ojos de la infancia es dejar paso a la magia de las musas.
Folitraque hablaba de juguetes caseros y populares que evocaban la creatividad infantil de las clases más humildes en los años 50 y 60 del pasado siglo. En plena posguerra.
Y que hoy podemos encontrarnos en otras geografías más actuales.
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En diciembre de 2018, la misma sala presentó Al otro lado, una exposición de Moisés Yagües, que formaba parte de un proyecto multidisciplinar de educación artística que incluía xilografías en blanco y negro, y una serie de obras realizadas en colaboración con niños de infantil y primaria de varios centros educativos de la Región de Murcia.
El punto de partida era un fragmento la novela El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas, en la que cuando uno de los personajes dice "Lo único bueno que tienen las fronteras son los pasos clandestinos. Es tremendo lo que puede hacer una línea imaginaria trazada un día en su lecho por un rey chocho o dibujada en la mesa por los poderosos como quien juega al póker“.
Al otro lado era una muestra reflexiva y crítica con los tiempos actuales, una exposición que persigue levantar la voz para “luchar contra el miedo y los prejuicios xenófobos y racistas que van tomando auge en muchos países”, provocando, de esta forma, la reflexión desde edades tempranas.
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[La Ruta Férrea]
Una noche de septiembre de 2015, la semana anterior a la noche de las noches badajocenses, Amelia David nos retrató a todos.
Amelia David, bailarina y actriz, en nombre de la Liga de la Ciencia Pagana, y rodeados de formas mágicas en hierro de César David, hizo un viaje hacia ninguna parte. Las luces las puso Jesús García. Ramón Castuera montó la escena y el tránsito.
Náufragos, en la forma, fueron los que trazaron la Senda de los Bastardos. Náufragos, en el fondo, somos todos. Y no los vemos llegar a nuestras playas. Las que nunca tuvimos. Hace tiempo que perdimos el horizonte y que abandonamos los paisajes de montaña y agua.
En La Noche en Blanco el claustro de la Corrala Joaquín Costa 16 se convirtió en un mar bravío, en una orilla indómita. Náufragos nos hizo partícipes de nuestra propia indiferencia. Aún resuena en la Puerta de Palmas el estruendo de las varillas de la gran pieza que César David elaboró para esos momentos inolvidables, tensos, inquietantes, demoledores.
Sólo para iniciados y extraviados en noches de farra y de ferro. Para Náufragos de Tierra Firme.
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Poco después, en enero de 2016, en Mérida, en la Escuela de Arte, y en el marco de la exposición dedicada a la obra de César David, la secuencia de Náufragos volvió a repetirse. Esta vez estaba protagonizada por la soprano Pilar Díez, que entonó el Canto de los Marineros y de los Náufragos.
En abril de ese mismo año, en el Espacio Cultural Rufino Mendoza de Villanueva de la Serena, los Náufragos de César David volvieron a la vida.
Y volvieron las citas imposibles de formas asimétricas moldeadas por el autor a modo de demiurgo. ¡Hablad malditas! Pero parece que el tiempo de la comunicación pasó.
Y aunque estén unidas y cercadas por el paisaje común, los días de los telegramas de amor no están de moda. Hay que crear barreras, defensas protegidas para esas figurillas andantes y vivarachas que emergen de la tierra y se elevan en equilibrio danzarín, casi circense, prestas a iniciar el viaje hacia el mar, hacia el naufragio.
Allí les espera el abandono. Esta parece ser la memoria contemporánea.
Porque el signo de los tiempos es el estruendo de varillas bravías, ensordecedoras; es el discurso incendiario de los oradores vehementes ante esfinges inertes, deformes, ridículas; es el turno de las palabras que se pierden entre alambradas groseras e insultantes.
Porque las palabras que antes edificaban casas, horizontes y diálogos, ahora son reto, frente a frente, pelea. Orografía humana.
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El mirador de la memoria fue creado por Francisco Cedenilla Carrasco y se inauguró en el año 2009.
Y en su placa conmemorativa deja claro a quienes va dirigida. A los olvidados de la Guerra Civil y de la Dictadura.
Este mirador está situado en El Torno, en el Valle del Jerte, y habla de cárcel, de exilio y de silencio.
A los pocos días de instalar las obras en el mirador, las figuras fueron tiroteadas.
Una forma de culminar la obra, dijo el autor, en ese momento.
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Oeste. 16 de Junio de 2019.