Un reportaje de Cantarrana



Siempre que aparece el término, nos viene la memoria la película de Kusturica.

Underground es un fantástico filme. La cueva de Platón. La Guerra en Europa. Los animales huyendo del Zoo. La banda sonora maravillosa de Bregovic. Después de esta joya cinematográfica, nos cuesta asociar el concepto a la idea que teníamos de músicas de los bajos fondos. Apenas popularizada. Nada mainstream. Militante. De Batalla. Alternativo.De conciencia. Clandestino.

Obviamente, y en este caso, las señas de identidad oliventina pasan por la cultura bilingüe y raiana. Y eso aparece en el propio nombre del festival y de la asociación que está detrás del mismo.

Al primer artista, por aquello de los horarios, y después de habernos hecho unos buenos kilómetros para ir a Olivenza, no le pudimos prestar mucha atención. Lo intentaremos otra vez.

Luego llegaron dos platos fuertes. Y esos sí que no nos los podíamos perder.

Pero antes, una pequeña semblanza a los vaivenes de este entrañable festival.



En el verano de 2017 se llamó Villa Joven. Pero como no anduvimos por allí, poco más se puede decir. Pero posiblemente, y a la vista del cartel, ya se estaban creando las bases que iban a configurar esta propuesta con nuestra música emergente. Ya se estaba fraguando su línea de flotación.

En julio de 2018 nos presentamos en Olivenza para disfrutar de un rato de música. Ese año el festival se denominaba Parque Sonoro. Y conocimos el Paseo Frade, un coqueto espacio ideal para este tipo de conciertos.

Por él paso la crème de la crème del indie territorial. Da, Fônal, Rui Díaz, J. Vega, Supersexy Sound System o Lúa Gramer, entre otros. Y pensábamos que, dada la trayectoria de ese festival trashumante, que había pasado por la Sierra de Montánchez, Cáceres, Don Benito o Badajoz, llegaba para quedarse en las tierras oliventinas.

Este 2019 el festival volvía a la agenda.

Sí, pero con otro nombre. En fechas similares, y en el mismo espacio. El Paseo Frade. Este año se llamaba Andergrâo Festival. Y allí que nos plantamos.

Visto desde fuera, con este tema del nombre, la verdad es que resulta un poco lioso. El evento es el mismo, las mismas fechas, el mismo formato, idéntico espíritu y hasta el mismo paseo. Y con el mismo anhelo de instalarse en el acervo común. Alguna razón habrá, suponemos.

En todo caso, es, sobre todo, muy de agradecer un festival en el que afortunadamente no se contemple nada que tenga que ver con esa lacra protomusical que llaman tributos y grupos de versiones.

A Rubio Salas Corporation pudimos verlo en Cáceres, en el Boogaloo, el 22 de febrero de este 2019 presentando su The power of Red Hand. Y ya dijimos lo que dijimos.

The Power of Red Hand nos conmueve y nos emociona y nos transporta a los mundos espaciales donde confluyen las guitarras eléctricas y las evocaciones marcianas.

En The Power of Red Hand, Rubio Salas evoca atmósferas oscuras, de lugares vacíos y de pequeñas suites rockeras, de canciones enérgicas y oxigenadas.

Temas que vuelan a la velocidad de las estrellas, que dictan las reglas del papel o los caminos de la secta humana.

Y el concierto de Olivenza fue otro viaje a las estrellas.

El sonido no era el mejor del mundo, pero lo suficiente como para que te pudiera transportar a las atmósferas inquietantes que retrata en su disco. Tremendas las bases rítmicas y un gran concierto.




Y luego vino Cira. Y se nos calló el alma a los pies ante tanta sensibilidad. Tanta belleza desnuda.

Con nuevo disco bajo el brazo. El que presentó el pasado 1 de junio, en el López de Ayala, en Badajoz.

Y nos trajo un concierto íntimo, delicioso, prodigioso.

Un concierto que terminó con una versión a cappella de un auténtico monumento sonoro. Golondrina. Una maravillosa canción con la que Cira nos deleita mientras recrea la belleza del agua, del río, de la alcazaba, del Guadiana. Una delicia fantástica. Para escuchar y perderse en un bucle.

Pero antes había desgranado algunas de las canciones del nuevo disco. He llegado tarde, que te estremece, como La bala, o La Espera, que te deja sin respiración, y, por supuesto, esa magia compuesta a dúo con Pedro Macarro, Incendios. Un Pedro Macarro a quien siempre es un placer saludar, y que, por supuesto, allí andaba.

Podríamos haberla escuchado dos horas más. O tres.

Pero teníamos que volver a Cáceres. Nos quedaban algunos kilómetros. Las obligaciones familiares, así lo demandaban.

Luego vendrían La Mendinga, José Irie y la gente de San Vicente, Paradise Key.



Si quieres, puedes ver los reportajes de algunos de la edición de 2018, cuando se llamó Parque Sonoro.

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Y, por supuesto, el reportaje de la presentación en Cáceres de Rubio Salas Corporation y su grandísimo disco.




P.D.
A Rubio Salas ya le hemos tenido en la radio, en Cantarrana Club, en su edición vespertina de los miércoles.

A Cira, si todo va bien, la tendremos el 27 de septiembre con nuestro monográfico de los viernes, en el programa nocturno. Solita para ella.

A La Mendinga los tendremos, de momento, por partida doble. En el monográfico dedicado a Gris Quintana y a su batería, Pachi Cañamero (a su batería y el de un montón de bandas más), en las semanas de otoño con su propio monográfico.

A Paradise Key le tendremos, a la espera, de momento de que publiquen, por fin, su nuevo disco. Un disco que esperamos como agua de mayo.

A José Irie ya hace tiempo que le seguimos su trabajo. Esperamos también sus nuevas producciones. El mundo del rap y la nación capucha, son fundamentales en Cantarrana y en su Foro Provincial.


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Oeste. 12 de Agosto de 2019.